Pío XII había dicho que nuestro sistema económico había que convertirlo de salvaje en humano. Pablo VI lo calificó de duro y cruel.
El cardenal Arns ha dicho que “los intereses sobre ´cosas prestadas´ fueron siempre juzgados por el cristianismo como un pecado capital, casi hasta los tiempos modernos… y el sistema bancario es perverso.”
En esto los Padres de la Iglesia no fueron más suaves. San Juan Crisóstomo dijo “que no es posible enriquecerse sin cometer mil iniquidades”. San Basilio, que “cuantas más riquezas posees, más faltas a la caridad”. San Agustín, que “nada engendra tanta soberbia como las riquezas”.
Nuestro mundo está hoy formado por estructuras. Ese desfalco, que condenan los Santos Padres, está organizado estructuralmente, según Juan Pablo II, por: el comercio internacional, las finanzas internacionales, la tecnología y los organismos internacionales.
Estas estructuras de pecado son las que se convierten en cadenas de futuro. No basta, por tanto, con condonar la deuda. Es necesario combatir esos instrumentos estructurales que generan mecanismos concretos como la deuda.
¿Cómo se evangeliza ahí? Rompiendo cadenas.
Evangelizar en la frontera de la economía, Revista SINICE enero 1989
Revista Id y Evangelizad nº 52 , pag 45