Hablar de la cuestión del asistencialismo hoy, en la sociedad nuestra en la que desde la enseñanza primaria hasta los doctorados universitarios se plantean sin conciencia histórica, en la que la vida se organiza en la comunidad política de nuestro país desde hace 60 años asesinando la conciencia histórica; cuando un pueblo pierde la conciencia histórica pierde su alma.[…]
Sin conciencia histórica no es posible de ninguna manera percatarse de la transcendencia trágica del asistencialismo. Pero con conciencia histórica esto se ve con toda claridad, ya que en la historia española del siglo XX el fenómeno del asistencialismo lo resolvimos matándonos unos españoles a otros. De manera que cuando hablamos de asistencialismo no estamos hablando de una vagatela, no estamos hablando de algo que da más o menos lo mismo, sino de algo de mucha trascendencia.
En definitiva, históricamente el asistencialismo ha sido una forma de aplastar la dignidad del hombre. Y lo sigue siendo.
Entendemos por asistencialismo –por centrar los dos temas claves de esta reflexión-, el asistencialismo entendido históricamente es la elevación a categoría de sistema, y por tanto a permanente, de la ayuda a los demás, generando la dependencia permanente y sin plantear jamás su promoción personal, integral y solidaria. Es, diríamos por tanto, una postura que niega la dimensión social del hombre, y que niega que sólo el hombre debe ser el protagonista de su vida personal y colectiva, afirmado por Juan XXIII en el Magisterio de la Iglesia en la Mater et magistra y afirmado en la historia de los pobres desde el siglo XIX, sin que los cristianos españoles en 100 años nos enteremos del fenómeno histórico.
Y por promoción entendemos poner en ejercicio todas las cualidades dadas por el creador al hombre de forma personal, integral y solidaria, y ello realizado en colectivos de personas, nunca individualmente.
“Asistencialismo y promoción en el Tercer Mundo”, Revista Id y evangelizad, In memoriam de Julián Gómez del castillo, pag 38