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Ante el crecimiento de las espiritualidades que pretenden hacer posible el servicio a Dios y al dinero, negándole a Cristo su afirmación, Rovirosa vivió y enseñó con su testimonio la grandeza cristiana de crecer hacia abajo, de máxima valoración de lo pequeño y escondido, de permanente contemplación de Dios en el acontecer ordinario de los pobres y del diálogo entre los hombres por el trabajo, que en el militante se convertía en gratuidad y hablar poco.

            Quizá por ello fue el hombre sin cargo nombrado por nadie en las organizaciones a que perteneció, nunca elegido y que siempre lo dio todo, lo que le llevó a tener un peso y aprecio moral que le hacía indiscutible y, ello, desde el amor fraterno de la amistad. Para los amigos de no meter el hombro, fue un escándalo; para los militantes, la gran gracia de Dios en sus vidas.

Guillermo Rovirosa: ejemplar militante cristiano (Recuerdo en el XXV aniversario

de su pascua)“Carta entre amigos” nº 14, abril 1989)