Para los pobres, de ayer, de hoy y de mañana, las asociaciones tienen dos objetivos diferentes:
1. Aceptando el sistema, se unen para conseguir objetivos, de todo tipo, pero dentro del sistema.
2. Los que no aceptando el sistema, se sienten capaces de luchar por una sociedad en la que el hombre, todo hombre, sea protagonista de su vida y, como consecuencia, disponga de los medios para ello.
Es a esta división a la que obedece la larga dialéctica, conceptual y existencial, entre reformismo y revolución.
Para lo primero, valen asociaciones de encuadramiento, donde el dirigente es la clave. Para lo segundo, es necesario que las asociaciones sean máximamente creativas, lo que exige que descansen sobre el militante, y, como consecuencia, que sean capaces de convertir al hombre de conciencia imperialista, que es el que existe en nuestra sociedad, en persona de conciencia autogestionaria. En este proceso cultural formativo está la clave.
“Reflexión militante: Asociación o muerte”