Coincidimos con el Diccionario de Ciencias Sociales editado bajo el patrocinio de la UNESCO en que la actitud militante es la culminación de un proceso compuesto:

  1. Conocimiento de la realidad a modificar.
  2. Síntesis que elabora un plan estratégico para transformar esa realidad.
  3. Actividad de transformación, desvinculada de gratificaciones económicas

Estando conforme con las tres, creemos que esas a características del proceso militante le falta la fundamental: ganas de ser militante. Esto lo ha entendido muy bien el neocapitalismo, que le lleva al militante a una permanente situación contradictoria que llena de incoherencia su vida, lo que, naturalmente, termina con las ganas de ser militante. Por ejemplo, ¿se puede ser militante y llevar buena vida en una humanidad que asesinará por hambre, en 1982, a 25.000.000 niños menores de cinco años? ¿Se puede decir OTAN NO y no denunciar la industria armamentista como base de la economía mundial actual? ¿Se puede decir OTAN NO y no ser consciente de que la industria del automóvil es industria prebélica, de la que nosotros somos sostenedores?

            El dirigente neocapitalista, sindical o industrial, conoce la realidad, tiene elaborada su estrategia en la que sostienen que “si no hubiera sindicatos, habría que crearlos”. Es evidente que en esos sindicatos lo que no hacen es trabajar sin cobrar. Pero es que para trabajar sin cobrar o cobrando menos que en la propia profesión, hace falta fomentar GANAS y eso ¿cómo se puede hacer? Las GANAS no se compran ni se venden. Y sin embargo, como siempre, existen y se pueden desarrollar. En la historia obrera a eso se le llamó ideal. Y sin eso, sin ideal, no hay militante.[…]

            Unamuno decía que el hombre es su deseo. Eso es lo que debe iluminar el ideal. Partiendo de ahí, históricamente, experimentalmente, el militante cultivaba en sí un sentimiento de angustia hijo de la insatisfacción y del rechazo de la injusticia, al mismo tiempo que cargada de esperanza en la acción y en las posibilidades de transformación del mundo. Inmediatamente tendía a organizar el grupo con otros que vivieran su realidad y su ideal, desarrollaron un fuerte movimiento de cultura y conciencia a través de diversas realidades: ateneos populares, ateneos obreros, ateneos libertarios, sin olvidar que en las Casas del Pueblo de España, en 1935, más del 50% de las actividades realizadas fueron culturales. Estas realidades dieron a la militancia obrera española conocimientos, una filosofía, unos programas de acción, un método de análisis de la realidad y una estrategia y táctica, es decir, las organizaciones de conciencia y cultura están en el fondo o cimiento de la promoción militante obrera.    

            Junto a esta realidad cultural hay que poner claramente de manifiesto, y eso aunque la Real Academia de la Lengua no lo haya definido, que el mayor sector de la clase obrera española hasta 1936 militaba en las actitudes autogestionarias y, la autogestión es, ante todo, una posición cultural. Se puede decir que el militante obrero desde las primeras luchas por el derecho a ser los dueños de las máquinas o de las tierras, se puede decir que había descubierto la exigencia de la autogestión como algo sin lo que no hay emancipación, y la autogestión, de forma simple, podemos decir que es el derecho del hombre a autogobernar y autoprotagonizar su existencia personal y colectiva.

“SINDICALISMO: masas, burocracia y militancia” (Julián Gómez del Castillo,

“Carta entre amigos”, septiembre 1982)