El funcionamiento de una asociación autogestionaria es un problema de sensibilidad asociativa. Cuando una organización se mueve por el “ordeno y mando”, que algunos, no pocos, confunden con el “ordeño y mando”, es evidente que no se necesita ninguna sensibilidad, es más que suficiente con la mentalidad cuartelera.
El problema surge cuando se aspira al protagonismo de todas las personas asociadas. Entonces es indispensable la educación asociativa que cultive la sensibilidad organizativa. Sin ella, los planes de trabajo se vendrán al suelo; las tensiones estarán a la orden del día y el proceso culminará en la aceptación del autoritarismo.
Ser autogestionario asociadamente exige:
1. Información sobre el quehacer de la organización, para todos igual, incluyendo la preocupación por ella.
2. Actitud militante de “meter el hombro” desde la gratuidad. La fuerza moral que se adquiere por ello debe ser tenida en cuenta por todos y cada uno, de forma que cree clima en toda reunión. Esto debe darse, de forma especial, en la formación de las nuevas generaciones, frente a la insolencia que cultiva el autoritarismo.
3. Utilización permanente de la reflexión y el diálogo sobre los problemas de la organización, de forma que cuando se planteen en común, haya una opinión madura sobre ellos.
4. Si es cristiano, uso de la caridad al servicio de la solidaridad, que debe manifestarse en sostener la unidad “aun a costa de abandonar propuestas que hasta sean geniales“, pasándolas a seguirlas madurando con los hermanos mediante el diálogo.
Digamos no al infantilismo dogmático, la impertinencia como norma de relación y afirmemos el SÍ en estar informados, meter el hombro, la reflexión dialogante y la posposición de mis “genialidades”. Y sobre todo vencimiento visible del prestigio moral del trabajo. Es decir, cultivemos la sensibilidad asociativa y, NUNCA, por el ordeno y mando…
“Sensibilidad asociativa”, Autogestión nº 3, mayo de 1993